por Anyelina Skartados
Como hija de padre griego y madre mexicana, he vivido de primera mano esta aventura, esta mezcla diaria de culturas y flujo interminable de anécdotas y cosas nuevas. Pero aunque hermoso, no es sencillo.
Tengo la certeza de que según tu forma de ver la vida percibirás el vaso medio lleno o medio vacío,y es por eso que para unos estar en esta situación será un gran complemento y para otros es siempre estar a medias, <<no ser de aquí, ni ser de allá>>.
El idioma es un punto importantísimo ya que no sólo son las palabras o el código en el que hablas y a la vez te descifran; es el tono, la intención y todo lo que hay detrás de la comunicación. La mayoría de los griegos son gritones y muy duros por naturaleza, y es justo aquí donde nace el contraste, porque los mexicanos somos ( y digo somos porque mi carácter es mucho más mexicano) generalmente sensibles y cariñosos.Y me atrevo a decir que justamente por el idioma mis papás tuvieron los peores malentendidos.
La religión parece ser el terreno más difícil de definir, pero en mi caso no lo fue. Con un padre ortodoxo griego y una madre católica convertida al cristianismo parece que las cosas no serían tan sencillas, pero fue todo lo contrario. La clave está en el respeto que la pareja tenga por la filosofía o creencia del otro, y a partir de ahí la libertad que se les dé a los hijos de decidir hacia donde se inclinarán.
Y finalmente el punto donde todos los que estamos en esta situación sufrimos, el momento en que viajas y conoces el "otro" país, la "otra" cultura.
Es aquí donde nacen las peores dudas y una vez que lo conoces entras en una dualidad, en un eterno "estando aquí, quiero estar allá".
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