Persistencia <O>: Sobreentender las palabras: Guten Tag, Ramón
-Paola Iridee
Ciertamente, desconozco el tipo de películas que se llevan a cartelera en otros países, pero sé que en México no se exhiben exactamente películas con un
contenido de calidad, que inviten a la reflexión; al menos no la mayoría -ni un cuarto-, al menos no en las salas de las grandes cadenas. Es por esta razón -y por otras- que
Guten Tag, Ramón llamó mi atención.
A pesar del inicio y su contexto, esta
no es la típica película de cine contemporáneo mexicano, esas en donde, si no se explotan los personajes chuscos, las situaciones completamente absurdas e
hipersentimentaloides o las tramas telenovelescas (que es casi lo mismo), exponen de una manera copiada (¡y hasta pirateada!) la cruda realidad de los narcotraficantes, o de la pobreza, o de los inmigrantes, o de las tres cosas...
Si bien es cierto que la historia de
Guten Tag, Ramón tiene por protagonista a un joven migrante, la situación aquí es un tanto distinta, empezando porque
-por lo menos- el país-fuga no es Estados Unidos sino... Alemania, y por supuesto que el muchacho no sabe hablar más que su
merísimo español-mexicano. Bien, bien... No se pueden negar los tintes telenovelescos porque sí los tiene, pero hay algo que hace a este filme un poco más trascendente que el resto: lo subversivo (o si lo prefieren:
subjetivo), y es que lo verdaderamente destacable (y conservable) de la película no reside tanto en la película en sí, sino en las reflexiones en que pueden desembocar las situaciones que en ella se plantean.
¿Qué es
eso que hace especial a esta película? Alrededor de las peripecias que sufre el joven Ramón en un país que desconoce en su totalidad (desde el clima y la cultura hasta el idioma), sale a relucir un tema pocas veces tocado con profundidad, algo más antiguo que la misma Historia: El Lenguaje.
Como ya están enterados, el protagonista
no sabe hablar el idioma de aquella tierra extraña, pero la obvia realidad social lo obliga a comunicarse de alguna manera, y es ahí donde entra el meollo del asunto: Hay un lenguaje más antiguo que todos, uno con el que vienen cargados nuestros genes, desde incontables generaciones, y es
la empatía. No se necesitan las palabras para comunicarse, no se necesitan las palabras para sobrevivir. El lenguaje es invento humano, al fin y al cabo, pero al hombre
lo inventó la naturaleza, y esa no necesita de palabras. ¿Hay una cualidad primigenia para comunicarnos con otros,
a pesar de las lenguas, de la que todos estamos dotados?¿Será que la empatía no es solamente un
valor bonito sino un elemento primordial para la evolución de la Humanidad? Tal vez, quién sabe, este lenguaje que va
más allá de las palabras sea la clave del por qué todos nosotros, aquí, ahora, estamos. Tal vez esa empatía innata encierre nuestra primer y única cuestión: SER. Y tal vez
Guten Tag, Ramón pueda esclarecer si no las respuestas, al menos las interrogantes.
¡Provecho, cinéfilos!