Por Paola Iridee
Si bien la industria cinematográfica avanza a un ritmo tan acelerado que prácticamente no se le puede seguir el paso (siempre hay más, MÁS películas nuevas, todo el tiempo, ¡diario!), no hay que considerar siquiera dejar atrás los filmes menos recientes, o como dirían algunos, "las películas viejitas" -entraríamos en disputa si nos pusiésemos a debatir a partir de cuánto tiempo las películas se vuelven "viejitas"-. Suele suceder que muchos elementos de tiempos anteriores a éste (sin importar qué momento sea "éste") son vistos como mejores; que si era mejor el amor en aquel entonces, que si había mejor literatura, que si la música, que si las películas... Y tal es el caso de Días de Gloria, dirigida y escrita por Terrence Malick.
Esta película protagonizada por Richard Gere, Brooke Adams, Sam Shepard y Linda Manz te place y complace tu vista, y es que la fotografía es simplemente una obra de arte, en donde se aparecen campos de trigo bañados de luz dorada, planos detalle en donde se aprecia la pequeña vida de los insectos o gotas de agua diminutas y tomas a contraluz en donde lucen los áureos atardeceres en todo su esplendor. Y a pesar de que es verdad que con tan sólo describir un poco la película de manera visual, se antoja, no sólo son los escenarios sino la peculiar y poco común historia de amor. No relataré en este artículo lo que pasa porque, como he dicho, no es mi deber contarles la historia sino antojárselas, así que sólo cabe mencionar que el "amor" a veces puede no ser tan profundo y verdadero como lo pintan en las obras idealistas, y que hay elementos (como la educación, los traumas y vivencias y los intereses personales) que pueden llegar a tener mucho más peso en la historia de un ser humano.
Los dejo con el pique de ver Días de Gloria (en inglés, Days of Heaven) que, sin duda, es una obra maestra del Cine y toda un deleite para nuestra visión.
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